jueves, 20 de diciembre de 2007

Blanco


Despierto y siento mi cuerpo entumecido. Dormir sobre el suelo frío causó estragos en mí. Tomar conciencia de mi dolorido cuerpo hizo que reconociera mi condición de apresada.
Me encuentro encerrada y desconozco donde estoy.
Blancas paredes, blancas.
Blanco cada rincón de la habitación, de la blanca habitación.
El único toque de color lo aporta mi cuerpo, ya que hasta la ropa que visto es blanca.
La ausencia casi total de color hace que resalte el metal de la cerradura de la puerta casi imposible de percibir. En ese instante comprendí que nunca me había asegurado de que la puerta realmente este cerrada. Sucede que tenía la certeza de que no podía salir de todas formas. Me sabía encerrada aún antes de comprobarlo.
Austera habitación, vacía blanca y silenciosa.
Aunque quisiera escapar, gritar, llorar, mantengo una extraña calma. Pareciera que es imposible experimentar algún otro sentimiento en un sitio como este, tan puro, tan sereno. Además, podría afirmar que nadie oiría mis quejas. Sin embargo, yo si puedo escuchar. Las voces se hacen presentes, los murmullos que no logro distinguir, que no reconozco, pero que al mismo tiempo no me resultan del todo extrañas. Casi como si las hubiera estado esperando, o como si las hubiera oído en algún otro tiempo y espacio.
Cuarto sin ventanas, abrumador e inmaculado, tratas de enloquecerme pero no lo permito, no voy a darte el gusto de vencerme. No hoy, no aquí.
Me siento en un roncón casi imperceptible de la habitación y me dispongo a escuchar las voces. Esta vez no las de ellos, sino las mías. Considero este encierro como una posibilidad para callar y no para gritar.
El silencio me está hablando, me susurra, me abraza y ahoga.
Iluminada pero sombría, carente, vacía, blanca.
No hay nada ni nadie más en esta habitación que yo. Por momentos esta ausencia me perturba, me limita, me ciega, me persigue y sobre todo me asusta.
El orden exagerado de la nada misma me resulta una realidad verdaderamente caótica, un desorden de alguna manera paradójico. Caos que me es imposible expresar claramente. Es el caos de mis voces, el de mis silencios.
Cierro los ojos para dejar de ver aquel blanco que tanto comenzó a trastornarme, pero mi mente acompaña a ese color, se mimetiza, se nubla. Un gran blanco me ha atrapado y necesito salir de él.
Aquí, donde me encuentro, es donde todo se inicia, pero también es donde todo acaba. Pero todavía no descubro si éste será para mí el fin. Por el contrario, siento que puede ser un gran comienzo. El comienzo de la creación de todas las formas, de las luces y las sombras, del color, del amor, del calor, del llanto. El comienzo de la vida, del arte y como tal, del caos. Caos que de alguna manera es orden. El orden que necesito y elijo, no el que se me impone.
Ahora entiendo que esta ausencia es en realidad potencial existencia. En una nada todo puede pasar, todo puede surgir. Todo está esperando para ser creado y me siento con el poder de hacerlo.
Ya no me siento atrapada, encerrada, sino liberada por completa. Liberada por una verdad reveladora, suprema. Me doy cuenta de lo que soy capaz de hacer.
De un brinco me pongo de pie, fruto del impulso creador que me domina, que hace hervir mi sangre y me estimula.
Me dirijo hacia la puerta que ya no estaba cerrada. ¿Acaso alguna vez lo estuvo? No importa eso ahora, el papel ha sido escrito, una vez más.


NOTA DE AUTORA:
EN UN MOMENTO DONDE SENTIA QUE NO ESTABA INSPIRADA ENFRENTE MI PROBLEMA DE LA HOJA EN BLANCO Y ESTO SURGIO. NO SE SI ESTA BUENO, PERO PARA MI SIGNIFICO DEJAR EL BLANCO ATRAS Y CREAR.

miércoles, 5 de diciembre de 2007

Fin del juego


Estas son las cartas
con las que aprendí a jugar.
Conozco plenamente,
cada una de ellas,
sin embargo, nunca logro ganar.

Soy mujer de grandes apuestas
y mala perdedora.
Este es un juego salvaje,
yo no pongo las reglas.

Crueles estrategias,
sutiles engaños,
despiadados jugadores,
una mesa interminable.

Las cartas caen,
como hojas en otoño.
Una por una,
consumiendo mis suspiros.

El fin del juego se aproxima,
no quiero perder,
no debo peder,
sólo queda seguir jugando.

Los naipes pasan,
el tiempo pasa,
la vida pasa,
y en este juego, nadie gana.

Tengo un sueño,
mi suerte cambiará,
tendré un as en la manga,
y al fin sentiré la gloria.